[...] El éxito principal y más trascendente de la ofensiva del mercado
hasta el momento ha sido la gradual (pero de ninguna manera completa e
irremontable) aunque sistemática erosión de las habilidades de
socialidad. En términos de relaciones interpersonales, los actores
carentes de entrenamiento funcionan cada vez más seguido en "modalidad
de agencia", actuando de forma heterónoma, siguiendo instrucciones
explícitas o subliminales, y guiados principalmente por el deseo de
cumplir las órdenes al pie de la letra y por el miedo a apartarse de los
modelos en boga. El magnetismo seductor del comportamiento heterónomo
redunda sobre todo en un abandono de las responsabilidades: una receta
autorizada que viene en un mismo paquete junto con un acta que nos
libera de la necesidad de tener que responder por los resultados
adversos de su aplicación.
El retroceso de las habilidades de
socialidad se ve fogoneado y acelerado por la tendencia, inspirada por
el modelo de vida consumista dominante, a tratar a los otros seres
humanos como objetos de consumo según la cantidad de placer que puedan
llegar a ofrecer, y en términos de "costo-beneficio". A lo sumo, los
otros son valuados en tanto
compañeros-en-la-esencialmente-solitaria-tarea del consumir, compañeros
de alegrías consumistas, cuya presencia y activa participación pueden
intensificar dichos placeres. Perdido por el camino ha quedado el valor
intrínseco de los otros en cuanto seres humanos únicos e irrepetibles,
así como la preocupación por el cuidado de la propia y ajena
especificidad y originalidad. La solidaridad humana es la primera baja
de la que puede vanagloriarse el mercado de consumo. [...]
Z.B.
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